Morgens bekommen wir Besuch von ein paar Dörflern die einige Hühner mit Küken kaufen. Die beiden Männer sind krank und wollen gegen den Segen der Mönche die Hühner dem Tempel „spenden“… (Weiterlesen)
Dormimos en la entrada de la casa de la cuñada, lo que acabó siendo otra noche más a la intemperie. El frío y la humedad nos rodeaban por todos lados, esta vez filtrándose incluso a través del elevado suelo de bambú… (Continuar leyendo)
Morgens bekommen wir Besuch von ein paar Dörflern die einige Hühner mit Küken kaufen. Die beiden Männer sind krank und wollen gegen den Segen der Mönche die Hühner dem Tempel „spenden“, damit ihre Krankheiten geheilt werden. Der Geisterglaube ist noch sehr lebendig in dieser Grenzregion bei der einheimischen Bevölkerung und auch Shan hatte uns auf einige unserer Missetaten hingewiesen die anscheinend zur Verärgerung der Geister führte – woraufhin sie diese mit Gebeten und kleinen Opfergaben in unserem Namen beschwichtigt hatte.
Vom erneut ausgiebigen Frühstück gestärkt brechen wir anschließend zu unserem Tagesmarsch auf, der einiges bereithalten sollte. Entlang des versiegten Flusses dringen wir bergauf immer tiefer in den Wald und steigen dabei über viel Treibgut und andere Zeugnisse der einstigen Kraft dieses Stroms. Gut das zurzeit hier im Norden Trockenzeit herrscht, zur Regenzeit ist der Pfad nicht passierbar. Einen sehr steilen und langen Anstieg später, der wohl zur Zeit der japanischen Besatzung hart umkämpft war, können wir vom Gipfel aus auf die umliegenden Täler schauen und sehen doch nicht viel mehr außer Wald und Hügeln. Auf der anderen Seite des Berges beginnt der Abstieg, die Vegetation ist an wenig Wasser angepasst, der Boden ist staubig.
Weiterhin entlang der burmesischen Grenze tasten wir uns immer weiter vor gen Tal, wo wir schließlich an einem Fluss Rast machen. Während Shan das Essen und den Tee zubereitet, nutzen wir die Gelegenheit uns den Staub abzuwaschen und gehen baden. Das eisige Wasser erfrischt und weckt verloren geglaubte Lebensgeister, die uns bis zum späten Nachmittag in eine Siedlung tragen, von wo aus wir mit dem Jeep nach Mae Hong Son zurückgebracht werden. Erschöpft aber glücklich sitzen wir auf der Ladefläche und lassen die Landschaft an uns vorbeiziehen. Während wir völlig also etwas geplättet von unserem dreitägigen Trek in unserem geliebten Baan Mai Guest House ankommen geht für Christoph und Steffi der Trek noch weiter – ihnen steht noch eine Nacht in einer Kloster Höhle bevor und vermutlich auch ein langer Fußmarsch. Bin gespannt was sie berichten werden…
Wir sind auf jeden Fall überglücklich wieder „zu Hause“, genießen die warme Dusche und haben einige Stunden Schlaf nachzuholen. Voller Demut denken wir an die Umstände zurück mit denen die Menschen außerhalb der Städte in der Natur sich zu arrangieren haben. Vor allem die Kälte nachts macht einem schnell zu schaffen, wir hatten allerdings auch Pech dass “eisige” Luftströmungen aus dem Himalaya in diesen Tagen Mae Hong Son erreicht hatten.
@Christoph und Steffi – Mit neidischen Blicken schaue ich auf die vor euch liegende weitere Reise auf eurer kleinen Segelyacht und frage mich, was ihr denn alles so erleben werdet. Interessierte können auf Anima macht blau mitlesen, sobald die beiden wieder weitersegeln.
Wir wünschen euch immer wohl gesonnene Winde und ne Handbreit Dosenbier überm Kiel 😉 Lasst von euch hören…
Dormimos en la entrada de la casa de la cuñada, lo que acabó siendo otra noche más a la intemperie. El frío y la humedad nos rodeaban por todos lados, esta vez filtrándose incluso a través del elevado suelo de bambú.
Sabíamos que en la jungla las temperaturas podían bajar drásticamente en cuanto se pusiera el sol, y a pesar de creer estar preparados para ello, volvió a demostrarse una noche más que nos equivocábamos. A nuestro regreso nos enteraríamos de que los últimos días habían sido inusualmente fríos en toda la comarca, con temperaturas extremadamente bajas incluso para la época en la que estábamos. Me tranquilizó escucharlo. No me entraba en la cabeza cómo los habitantes de las aldeas, cuyas casa se asemejaban todas unas con otras, fueran capaces de sobrellevar estos cambios de temperatura tan bruscos durante meses, sin sentir la necesidad de adaptar mínimamente las construcciones para protegerse mejor del frío como han hecho otras culturas en otras latitudes. La respuesta era sencilla, el frio de aquellos días era una simple excepción.
A la mañana siguiente el agua del río se sentía curiosamente templada en la piel y el fuego y el desayuno con café caliente volvió a hacernos entrar en calor. Mirábamos al cielo con ansia, y poco a poco los rayos del sol fueron alcanzando el interior del valle y el nuevo día parecía empezar a sonreírnos.
Nos despedimos de la familia y de Phed, y el grupo se puso en marcha con Shan a la cabeza. Emprendimos el camino siguiendo de nuevo el cauce del río cuyo desnivel iba pronunciándose más y más según avanzábamos hasta acabar convirtiéndose en prácticamente una pared vertical que a nuestras piernas, resentidas ya de los días anteriores, acabó resultándoles un gran reto. La inclinación era tal que debíamos agarrarnos a los árboles, arbustos y a cualquier otra ayuda que encontráramos a mano para no resbalar sobre el terreno y poder seguir a avanzando. Pero el esfuerzo se vio de nuevo recompensado: Desde la cima las vistas se abrieron en todas las direcciones a colinas vecinas y montañas lejanas en el horizonte, sobre la jungla tailandesa a un lado y la birmana al otro.
Shan se puso seria cuando le preguntamos si era posible cruzar a Myanmar atravesando la jungla. La zona fronteriza es terreno peligroso. Existen zonas minadas y más de un valiente ha acabado con alguna extremidad amputada o peor aún, perdiendo la vida, en su intento de cruzar ilegalmente las fronteras. La mayoría de estas minas fueron colocadas por el ejército birmano con propósitos defensivos y ofensivos, así como también para forzar a pueblos a abandonar ciertas áreas, o para mantenerlos alejados de otras. Pero no han sido los únicos en hacer uso de estas armas inhumanas (si es que alguna arma puede no ser inhumana). Grupos como el Ejército de Liberación Nacional Karen (KNLA) también emplearon minas antipersona a fin de proteger su territorio ante los invasores burmeses.
Con imágenes de esta barbarie aun rondándonos en la cabeza y el cansancio dejándose notar cada vez más, el descenso se nos hizo largo…muy largo. Comimos al borde del rio, donde tuvimos la oportunidad de refrescarnos, descansar algo y recuperar fuerzas para el último tramo. Cuando llegamos al poblado Karen, y con ello al final del trekking, el simpático marido de Shan ya nos esperaba para recogernos en el pic-up familiar y llevarnos de vuelta a Mae Hong Son. Allí nos despedimos de Steffi y Christoph, para los que el trekking aún no había acabado. Pasarían la noche en un monasterio, donde Shan les introduciría en las artes de la meditación. No parecía ningún mal plan, no… pero tengo que reconocer que tras las últimas frías noches en la jungla, en aquel momento nuestro plan de una ducha y una cama caliente me seducían aún más…
Chicos, que sigáis disfrutando de vuestra aventura en tierra firme, y más aún a bordo del Anima!
Aquellos que tengan interés en conocer la historia de Steffi y Christoph, pueden echar un vistazo a su blog: Anima macht blau
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