Parece que al cambiar de isla hayamos cambiado también de país. Las infraestructuras, los edificios, hasta la forma de conducir (aquí ya no se escuchan apenas bocinazos) todo resulta distinto, parece como si Java le llevara unos pasos de ventaja a su hermana Sumatra. Aquí ya no nos saludan al pasar, ni quieren sacarse fotos con nosotros. Ya están más que acostumbrados a los turistas, y es que turistas a esta ciudad no le faltan. La zona donde está nuestro hostal es un gueto para turistas. Callejuelas y más callejuelas donde no hay más que hoteles, hostales, mini-agencias de viaje ofreciendo viajes organizados, alquiler de motos, bares y tiendas para turistas…
Respiramos hondo, nos armamos de paciencia y tomamos la avenida “Malioboro”, la calle comercial de la ciudad abarrotada de gente. Menuda desilusión. Tiendas y tenderetes de suvenires todos vendiendo prácticamente lo mismo. No le dejan a uno en paz: si no te quieren vender camisetas o chanclas, quieren arrastrarte a su galería de cuadros batik o llevarte en bici-taxi… Echo de menos Sumatra, su tranquilidad, su gente. La visita al Kraton, ciudad amurallada donde se encuentra el palacio del sultán, una nueva desilusión. ¿Por qué tanto turista entonces? Normalmente suele haber una buena respuesta a toda buena pregunta…en este caso dos: Los templos de Borobudur y Prambaran.
